sábado, julio 27

En Colombia, un parque para anacondas y osos hormigueros, donde los ganaderos ahora son guardabosques

Pero los guardabosques ya habían marcado la diferencia. Habían establecido presencia gubernamental en una región donde todo vale. Gracias a su presencia en San Martín, en noviembre habían sido invitados a desfilar en el desfile anual de celebración de las cuadrillas. El Zorro pensó que la invitación era un punto de inflexión para el parque, un momento de aceptación. Y durante sus patrullas en motocicleta por Manacacías, los guardabosques habían registrado algunos avistamientos de vida silvestre notables.

Gustavo Castro, uno de los guardabosques que había permanecido en el rancho esa semana, había estado vigilando unos meses antes cuando notó algo marrón y peludo deambulando entre la hierba alta. “Me acerqué a él, tal vez cinco o seis metros, y continuó normalmente”, dijo Castro. “Me las arreglé para conseguir algunos buenos vídeos y fotografías”. El animal era un perro de monte, un perro salvaje que se cree extinto en la zona.

Para el Dr. Walschburger el avistamiento confirmado de un perro salvaje fue emocionante. Los perros salvajes eran más comunes en el Amazonas, lo que sugiere que el corredor salvaje entre Manacacías y la cuenca del Amazonas estaba activo. El uso documentado del área por parte de perros salvajes podría potencialmente resultar en una protección más fuerte para ese corredor, que parecía, en un mapa satelital, como un dedo curvo de color verde que se extendía hacia el sureste. Cuantos más datos provengan del parque, dijo el Dr. Walschburger, mayores serán las posibilidades de conservación dentro y alrededor de él.

Los llanos pueden ser desorientadores (el explorador alemán Alexander von Humboldt, que exploró la región del Orinoco en el siglo XIX, se quejó de su “monotonía infinita”), pero después de meses de patrullaje, los nuevos guardabosques atravesaron el terreno con facilidad. Sus teléfonos ahora estaban llenos de oncillas, tapires, grandes búhos cornudos y las relucientes copas de palmeras de Mauricio al atardecer.

Oscar Rey se unió a sus compañeros cuando se detuvieron en un recodo del río Manacacías. Los guardabosques a menudo vigilaban esta costa arenosa, ya que la gente habitualmente colocaba redes de pesca en ella. El señor Rey lo sabe desde que era niño, cuando su abuelo le enseñó a arrastrar los pies mientras caminaba descalzo en el agua para evitar las picaduras de las rayas.

A su alrededor había huellas de tapires, pecaríes, capibaras y lagartos. Era casi la época del año en que las tortugas de agua dulce cavaban nidos en las orillas de los ríos, dijo. Los abuelos del Sr. Rey comieron sus huevos, por supuesto, pero las generaciones futuras no.